Reinventar o destruïr? Quina universitat volem? #materials per al debat

-dos clàssics!! (encara que el segon d’ells no aborde la qüestió universitària en si, és un llibre d’aqueixos “fonamentals”):

_De la Internacional Situacionista: Sobre la miseria de la vida estudiantil (http://www.sindominio.net/ash/miseria.htm)

_De Lenin: L’Estat i la Revolució: http://www.marxists.org/catala/lenin/1918/estatrev/estrev.pdf   -En aquesta pàgina podeu trobar material divers sobre crítica al moviment estudiantil:  http://www.hommodolars.org/web/spip.php?article4066

 

-Dos vídeos d’aquest curs de companys de lluita utilitzant espais intitucionals per a fer crítica:

_http://www.lasprovincias.es/20130912/comunitatvalenciana/comunitat/fabra-apertura-curso-universidad-201309121215.html

_https://www.youtube.com/watch?v=GK06jgZ7OKk

-Es poden subvertir les institucions? El CEPC ho va intentar de manera original fa uns anys amb la campanya Estuadiant Re-votat’t: http://mural.uv.es/angonro/votat.htm

-Una cançó suau i dolça…  MALDITX RECUPERADOR: http://www.youtube.com/watch?v=h0gD-y0D4wQ

 

-Un text que ens envien unes compas al correu i que ve anònim:

Estudiantes: aún no ha ardido ninguna facultad

La progresiva implantación de los conocidos como «acuerdos de Bolonia», ha provocado algunos tímidos cuestionamientos dentro del mundo universitario. Aunque la tónica general —como en muchos otros asuntos— es el consenso mayoritario, se han levantado algunas voces críticas que a nuestro parecer, por ser parciales y partir de un punto de vista equivocado, refuerzan la lógica que el orden impone en la Universidad y fuera de ella. Vamos a tratar aquí algunos de los puntos más difundidos de estas «críticas», intentando esclarecer por qué forman parte fundamental de aquello que pretenden atacar.

1-Mercantilización de la enseñanza. Partir de la diferenciación entre mercantil y estatal, y pensar que «Bolonia» supone el principio de la mercantilización —cuando ese proceso lleva en marcha desde hace tiempo— supone ya la aceptación de lo existente como punto de partida de la crítica. Este contrasentido en tan primera instancia hace prever que cualquier crítica que parta del supuesto de las bondades de la Universidad pública acabará reforzando el orden existente, por más que trate de contrarrestar algún aspecto de él. ¿O para qué sirven los títulos universitarios si no es para entrar en el mercado laboral con una especie de salvoconducto para los trabajos peor retribuidos? ¿No es eso en la práctica un tratamiento mercantil del conocimiento? Las reformas que «Bolonia» propone no son la causa de la mercantilización de la Universidad, sino una de lasconsecuencias de la mercantilización y tecnificación de la vida. No se puede entender lo uno sin lo otro, ni pretender salvaguardar cosas que en la realidad no existen.

2-Desaparición de las carreras «humanísticas»: Lamentarse por la posición marginal que «Bolonia» otorga a carreras como Historia, Filología, Filosofía, etc., es presuponer que en la actualidad gozan de un reconocimiento y estatuto fundamental para el desarrollo de la sociedad capitalista que casi suena a chiste. En todo caso habría que preguntarse si «Bolonia» no significa una oportunidad para, de una vez por todas, reclamar que esos conocimientos asuman su marginalidad y desaparezcan del ámbito académico, generando las condiciones necesarias para que pasen al lado criminal de las cosas. Todos los esfuerzos progresistas por salvaguardar los reductos «humanísticos» ante el ataque neoliberal, en realidad consiguen asfixiar la crítica al propio estatuto académico del conocimiento histórico, artístico o lingüístico.

3-Imposibilidad de compatibilizar estudios y trabajo: Si reclamar la educación universitaria como derecho es irrisorio para una postura crítica, asociarlo a la defensa del trabajo precario que todo estudiante afronta, es una prueba de alienación mental alarmante. El mayor éxito de «Bolonia», en realidad, es que muchos estudiantes reclamen seguir siendo explotados doblemente: en las aulas y en el trabajo. Igual que la aprobación de las 65 horas semanales en la jornada laboral hace que muchos defiendan a capa y espada las 40, en lugar de negarse definitivamente a trabajar. Así lo que aparentemente es una «resistencia», no es más que el retroceso cobarde ante la confrontación.

Estudiantes: aún no ha ardido ninguna facultad, y esto os inculpa en el sostenimiento de las condiciones de explotación imperantes. «Bolonia» no es peor que lo que sufrís hoy; simplemente es una refinación del método por el que tratan de convertirnos a todos en un rebaño bien adiestrado para la perpetuación de los privilegios de unos pocos. No hay alternativas que construir respecto a la Universidad; cualquier éxito de vuestras reivindicaciones parciales correrá parejo al reforzamiento de las condiciones actuales: al poder del claustro, a la burocracia del conocimiento, a la represión mediante el expediente académico, a la idiotez institucionalizada que se hace pasar por conocimiento, a la aniquilación del pensamiento crítico, y, en última instancia, a la sociedad que hace posible tanto «Bolonia» como el trabajo precario y las condiciones de vida miserables de cualquier recién licenciado en busca de un primer empleo. Vuestras carreras tienen una meta bien definida: ser sumisos y creer que estáis destinados a grandes cosas dentro de la mediocridad generalizada; y eso viene siendo así desde mucho antes de «Bolonia». El cuestionamiento de la Universidad como empresa, debe ser un cuestionamiento de la vida en su totalidad bajo el dictado de la ganancia; de otro modo acabará convirtiéndose en la defensa de aquellos que precisamente os pisarán el cuello. Atentad contra los especialistas. Nadie puede enseñaros nada, sólo existen diversas formas de equivocarse, y valdría la pena jugársela por ser menos idiotas.

A los pocos que aún pensáis: desertad de las Universidades, pero antes provocad el incendio, alrededor de las llamas discutiremos qué cosas necesitamos aprender a partir de ese momento.

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